miércoles, 25 de mayo de 2011

SIN PRECEDENTES


La debacle electoral del PSOE en las elecciones locales y autonómicas es el colofón, sin precedentes, de una campaña electoral en la que, desde su inicio, han ido apareciendo, sin precedentes, una serie de circunstancias que conviene tener en cuenta a la hora de hacer un análisis más pormenorizado del resultado de las mismas. Así, en esta campaña, sin precedentes, se han  presentado muchas listas altamente contaminadas de tránsfugas y presuntos corruptos; se han aceptado listas ilegales según el Tribunal Supremo pero avaladas por el Constitucional; se ha vetado la presencia de Zapatero en algunas circunscripciones por sus propios compañeros; se ha eclipsado la campaña electoral por la irrupción en la escena política del movimiento de indignados 15M y no se ha acatado la resolución de la Junta Electoral sobre su actitud de rebeldía el día de reflexión. En un contexto de crisis económica, sin precedentes, a la que se culpa de todos los males del planeta, hemos celebrado unas elecciones en las que, sin precedentes, no ganan todos, como es habitual en casos anteriores, ya que a los socialistas no les ha quedado más remedio que reconocer sin paliativos el exagerado triunfo del PP y la correspondiente pérdida, sin precedentes, del poder local y autonómico socialista.
Pero de todas las circunstancias citadas ha llamado poderosamente la atención, por su impacto mediático, la aparición en plena campaña del movimiento 15M -cuya plataforma de agravios podemos avalar una gran mayoría de ciudadanos- y su actitud de desobediencia civil ante las decisiones de la Junta Electoral con el beneplácito de quien democráticamente, guste o no, tiene la responsabilidad de impedirlo –actitudes ambas rechazables por la inmensa mayoría de ciudadanos-. La celebración de elecciones es el acto supremo de la Democracia ya que supone el derecho del ciudadano a elegir libremente a sus gobernantes, y cualquier demócrata entiende que, para ello, se requiere que cada uno de nosotros, guste o no, acate contundentemente el veredicto de las urnas; pero también requiere que, durante el proceso electoral, se juegue limpio dentro del marco legal que democráticamente nos hemos dado, acatando las decisiones de nuestras instituciones al respecto, en este caso el de la Junta Electoral. No hacerlo es contaminar el sistema democrático; permitir desde las instancias gubernamentales que algunos no lo hagan, es pervertirlo a riesgo de un futuro incierto y peligroso. La Historia, aquí y en otros lugares, avala lo anterior de forma contundente. Es cierto que la Democracia –sin apellidos- es un sistema de convivencia, imperfecto y mejorable, pero es el que ha conseguido las mayores cotas de bienestar y progreso en los pueblos que lo han practicado –incluido el nuestro- sin menoscabo de la libertad individual, intrínseca para la ciudadanía. Por muchas razones que tenga cualquier colectivo en sus reivindicaciones, su legitimidad queda anulada si pretende imponerlas desde fuera del marco legal establecido, que la inmensa mayoría de ciudadanos respetamos. Por muchas cautelas que tenga el ejecutivo a las consecuencias de imponer a todos el respeto a dicho marco legal jamás debe hacer dejación de la autoridad legítima que democráticamente le hemos dado. La mayoría no está en las plazas de algunas de nuestras ciudades por miles y miles que sean todos ellos, sino en los millones de votos que se han depositado en las urnas para elegir libremente entre las opciones políticas que se han presentado. Su veredicto en las urnas, inapelable, obedece a muy diversos factores, entre los que, sin ninguna duda, han influido las circunstancias sin precedentes –entre ellas la del 15M- que se han dado en esta campaña y la actitud que cada partido político ha adoptado ante las mismas.
Ya habrá tiempo de valorar minuciosamente el impacto de cada una de estas circunstancias. En todo caso los resultados han rebasado cualquier expectativa de éxito o fracaso hecha “a priori” por unos y por otros, conformando un mapa político novedoso en el que se resquebraja en cierta forma el tradicional bipartidismo con la representación en muchas de las instituciones de opciones minoritarias, que pueden dar mucho juego en el futuro, aunque ello haya sido a costa exclusivamente del descalabro del PSOE, lo que, a todas luces, ha conllevado a una sobredimensión del éxito obtenido por el PP. Los socialistas están obligados a hacer una profunda reflexión autocrítica y no pueden seguir achacando su estrepitoso fracaso a factores externos; de no hacerlo así se corre el riesgo de consolidar una tendencia hacia la eliminación del tradicional bipartidismo y la implantación del partido único-hegemónico si los populares, a su vez, son capaces de entender que su espléndido éxito está basado, más bien, no en los méritos propios sino en el error de los ajenos. De unos y otros, así como del resto de formaciones políticas más minoritarias, depende que en futuros comicios los ciudadanos podamos optar entre lo bueno y lo mejor. Hasta ahora, desgraciadamente, estamos resignados a hacerlo entre lo malo y lo peor. A pesar de ello seguimos apostando por la Democracia, eso sí, sin apellidos. Es el dato más positivo de estas elecciones, ojalá que ello sirva como precedente en el futuro.
                            Fdo. Jorge Cremades Sena

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