domingo, 26 de junio de 2011

MOVIMIENTO 15-M, UNA INCÓGNITA

Cuando en plena campaña electoral irrumpió en la madrileña Puerta del Sol el movimiento de los “indignados” y la plataforma “democracia real ya” me sentí convocado inmediatamente, pues he de reconocer que estaba indignado y, obviamente, sabía que nuestra democracia es susceptible de mejoras. De haber vivido en Madrid, seguro que hubiera apoyado con mi presencia la manifestación, que suponía convocada con arreglo a la normativa legal, como a todas a las que, desde que vivo en democracia, he asistido. De hecho, la indignación por muchas cosas me ha acompañado siempre a lo largo de mi vida y la he manifestado y sigo manifestando, ilegalmente cuando no existía la libertad y legalmente desde que existe, con la ventaja de que ahora lo puedo hacer, asumiendo la responsabilidad que la libertad me exige, tanto cuando lo hago por escrito como por cualquier otro medio. Por ello, ante el impacto inicial de la convocatoria, mi adhesión fue instantánea, sin reparar en algunos detalles que, días después, me hicieron dudar si debía seguir manteniendo mi precipitada adhesión. Por una parte, convocaba a los indignados a secas, lo que carece de sentido desde el punto de vista reivindicativo, ya que la indignación es contra algo o alguien, y al hacerlo de forma generalizada la convocatoria se convierte en inoperante por su carácter universal -¿quién no está indignado por algo?-, convocando a la misma protesta a indignados por cuestiones diametralmente opuestas a las de otros. Por otra parte, reivindicaba una “democracia real” desde la democracia, que, si existe, como es el caso, no puede calificarse como irreal –puede hacerse, como mejor o peor-, salvo que, partiendo del irrealismo al negar nuestra democracia, por muchas mejoras que requiera, lo que pretende es sustituirla por un novedoso sistema de convivencia, la democracia-real, desconocido hasta hoy, que, al reivindicarlo “ya”, con carácter de urgencia, se puede conseguir por generación espontánea y no como la democracia a secas, mediante un proceso, a veces largo, que, a lo sumo, aspira a consolidar un sistema de convivencia, siempre imperfecto, pero el menos malo de todos los que, hasta hoy, se han dado los diferentes grupos humanos a lo largo de la Historia. Finalmente, aun estando indignado, el desarrollo posterior de los acontecimientos y las explicaciones dadas sobre ellos por algunos de sus participantes –a título personal, ya que, según ellos, a nadie representan- han consolidado mis dudas, pues, si no clarifican y concretan los objetivos de fondo y de forma del movimiento, lo razonable es ser cauteloso y no entusiasta ante las incertidumbres que plantea.
Hasta el momento sabemos que se trata de un movimiento ciudadano de protesta y reivindicativo, pacífico, apolítico y asambleario, que se mueve por el consenso. Como consecuencia, rechazan la violencia, la ideología, la representatividad y la decisión mayoritaria, se declaran la voz del pueblo y apelan a la desobediencia civil. Amparados o no en los derechos de la democracia “irreal”, ocupan plazas y calles de forma casi permanente, convirtiéndolas en campamentos, no acatan la legalidad vigente si así lo consideran, ni respetan los derechos individuales; sus asambleas deciden cuándo y cómo desalojan el espacio público ocupado. Amparados en derechos de su democracia “real”, que no explican en que consiste –aunque supongo será no representativa-, intimidan y dificultan, si la asamblea lo decide, el normal funcionamiento de las instituciones, el trabajo de periodistas, de comerciantes, de fuerzas de orden público, etc; siempre de forma pacífica, pues cuando hay violencia, no es del movimiento convocante, sino de grupos ajenos que acuden a la manifestación y, por tanto, ninguna responsabilidad les es imputable como organizadores del evento. Al no reconocerse representados por nadie, ni representar a nadie, no hay interlocutores, salvo a título individual, por lo que, como grupo, no hay que colaborar con la policía si necesita imponer el orden público, los violentos no son de los nuestros aunque en nuestros eventos haya violencia. Menos mal que en las últimas protestas del 19-J, contra el pacto del euro, sí han establecido un sistema de seguridad propio y concretado las reivindicaciones. Es un buen síntoma evolutivo hacia la asunción de responsabilidades como grupo, hacia la interlocución y la representatividad. Es bueno que progresivamente vayan apareciendo los liderazgos.
No obstante, y de momento, prefiero nuestra democracia a secas. Tengo mal recuerdo de las que proliferaban durante mi juventud, las “populares”, y la que yo mismo viví, la “orgánica”; además soy bastante mayor y tengo la suficiente experiencia para no apostar ahora por una democracia “real”, cuando en la que vivo, lo es. Prefiero mejorarla desde un planteamiento político y no apolítico, pues en la dictadura y en la democracia orgánica, ser apolítico era una exigencia o un mérito, y ello me trae muy malos recuerdos. Prefiero hacerlo desde la representatividad y el respeto a la decisión de la mayoría, aunque mis opciones sean minoritarias, lo que supone asumir la responsabilidad representativa real que el pueblo otorga a cada opción política. Prefiero manifestar mi indignación convocando sólo a los que se indignan por las mismas cosas que yo, lo que requiere dejar muy claro cuáles son. Prefiero hacerlo desde un pacifismo, que exige el acatamiento estricto a la legalidad vigente y la colaboración responsable con las fuerzas de orden público para erradicar cualquier brote de violencia, comenzando por obedecer sus órdenes al efecto. Y si, a pesar de toda mi buena intención y predisposición, algo falla y se va de las manos, prefiero asumir la parte alícuota de responsabilidad que me corresponda, que, obviamente, siempre será mayor que la de mi simple declaración de pacifista. Con quienes jamás estaré son con los que no reconocen que en las Cortes Generales reside la soberanía popular; verlas asaltadas el 23-F por quienes, muy indignados, no se sentían representados por ellas, es el peor recuerdo de toda mi vida y lo que más me ha indignado a mí.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

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