lunes, 28 de octubre de 2013

DERECHO A DECIDIR, CUESTIÓN DE GUSTOS

                        Ya no sé si estamos medio majaretas o sólo lo parecemos. Desde luego lo que sucede en España es insólito. En plena efervescencia por todo lo que acarrea la sentencia sobre la doctrina Parot y con una multitudinaria concentración en Madrid convocada por la AVT pidiendo justicia para las víctimas, mientras van saliendo de la cárcel asesinos y terroristas en serie que, legalmente o no, ponen los pelos de punta; mientras una serie de supuestos expertos tertulianos dan razones a favor y en contra sobre la validez de la sentencia, creando más dolor aún a las víctimas y más preocupación a toda la ciudadanía; mientras media Europa, incluida España, se rasga las vestiduras por el asunto del espionaje norteamericano, que todos conocían; y, mientras Artur Mas se encara al socialista Navarro, que en un momento de lucidez le reprocha que esté mintiendo a los catalanes sobre un referéndum que jamás se celebrará, diciéndole que se convocará sí o sí en 2014…, mientras todo esto está pasando, nos sale ahora Urkullu diciendo: “Me gustaría que Euskadi ejerza el derecho a decidir en 2.020”. Como ven, esto del “derecho a decidir”, que tan de moda se ha puesto, es una cuestión de gustos. Algo así como si se tratara de comprarse una camisa. A Junqueras y a Mas les gusta el 2014, a Urkullu el 2020 y así sucesivamente. No extraña que el canario Paulino Rivero, se sume a las ofertas soberanistas y, preparando el terreno, manifieste que “los canarios se sienten cada vez más lejos de España”. Así empezaron los independentistas catalanes para concluir no que están lejos sino que no son españoles y que, por tanto, su territorio no es España.
De continuar con este absoluto desmadre a la hora de jugar con la legalidad democrática como a cada quien le viene en gana y no sólo en temas baladíes sino en verdaderos asuntos de Estado, permitiendo que tamaña irresponsabilidad se ejerza desde las importantes instituciones que presiden, como es el caso, y erigiéndose a sí mismos en protagonistas de la deslealtad y la ilegalidad, cuando debiera ser todo lo contrario, sólo nos conduce al desmantelamiento definitivo de uno de los estados moderno más antiguos que finiquitaron el medievo para dar paso a la modernidad. Y si al final ese es el objetivo, sin que nadie sea capaz de recuperar la cordura, ni de imponer al menos la legalidad, convendría que, ya que vamos a disolvernos, lo hiciéramos como amigos. ¿Por qué catalanes, vascos o canarios…? Si es una cuestión de gustos, convendría reunir a todos los presidentes de las CCAA (y algún que otro presidente de Diputaciones provinciales o de entes comarcales) para que, con arreglo a su gusto, cada uno pongan fecha a la liquidación de sus respectivos territorios como partes indivisibles de España. Yo les recomendaría, para que se note menos el espectáculo de disolución del viejo Estado Español y sea más digerible para todos (incluidos los independentistas) y menos grotesco estéticamente, que mantengan unas fechas distanciadas, como ha hecho Urkullu, por lo menos de seis años como mínimo. Y, ya puestos a hacer recomendaciones, que hagan lo propio, si es posible, con las excarcelaciones aunque, según unos, hay que ejecutar "ipso facto", según otros poco a poco y, según el resto, ni siquiera hay que hacerlo. Ambos temas, ejecutados de golpe y de  una tacada, serían un espectáculo abominable.
Entretanto, los españoles de cualquier territorio de la amenazada España, pasándolo cada vez peor, con más pobres y, obviamente, con más ricos. Los indeseables siempre aprovechan los momentos de debilidad para afianzar sus perversos objetivos. Ni siquiera los mejores datos que van surgiendo evitan esta decadencia que, como ya he manifestado otras veces, no sólo es económica. Si el mismísimo Montoro avisa de que no hay “brotes verdes” como antaño, sino sólo una inflexión; si, entretanto, la dependencia retrocede a niveles de 2011, evidenciando su imparable caída y la frustración generalizada por leyes que, si no se acompañan de dotación económica desde el principio, sólo son papel mojado; y sí cada uno vamos a la nuestra con el objetivo de “sálvese quien pueda”, exhibiendo sus egoísmos y sus deslealtades como ya hace tiempo que viene sucediendo, difícilmente saldremos de ésta y, en caso de salir, lo habremos hecho de la peor manera.
Si ya en Europa hay voces, cada vez más extendidas, como la de Marine Le Pen en Francia que, buscando una especie de Tea Party a la europea y basándose en un mensaje ultra, sueña con una gran coalición en Europa, entre otras cosas, porque “hay que preparar la salida del euro” y si otras fuerzas políticas en otros países ven como este tipo de ofertas prosperan día a día entre sus ciudadanos, se está poniendo en peligro todo el proyecto europeo de solidaridad y concordia por el que tanto se ha luchado desde el final de la terrible segunda guerra mundial. Justo con la intención de evitar otra. Y, en España, además, la posibilidad de seguir viviendo en paz y libertad, que, durante tanto tiempo, tanto soñamos. Una verdadera tragedia.  

Jorge Cremades Sena


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