miércoles, 2 de octubre de 2013

PRESUPUESTOS PARA 2014

                        Nada más presentar el Gobierno los presupuestos para el próximo año y, por tanto, antes de iniciar el pertinente debate en el Congreso de los Diputados, cada uno de los partidos políticos se posiciona ante la opinión pública a favor o en contra de los mismos. Es lo que suele suceder todos los años por estas fechas. Dándose la circunstancia de mayoría absoluta del Gobierno y en una situación de crisis levemente mejor que la del año anterior, es normal que el PP y sus aledaños mediáticos lancen las campanas al vuelo enfatizando sus aspectos positivos y, a su vez, que el resto de partidos con sus respectivos aledaños carguen las tintas en todo lo contrario. Nos toca por tanto durante estos días escuchar las bondades y las maldades genéricas de unos presupuestos que en definitiva son un juicio de intenciones, un compromiso, sobre qué cantidad de dinero vamos a gastar el próximo año, de dónde pensamos sacarlo y en qué nos lo vamos a gastar. Un debate político que, de cara al público, es altamente atractivo ya que cada cual lo interpreta y lo vende como le viene en gana, pero que, de cara al parlamento es altamente aburrido y enrevesado, pues, al fin y al cabo, de lo que se trata es de buscar que cuadren las cuentas, aunque algunos prefieran buscar la cuadratura del círculo.
            Tanto a nivel público, como a nivel parlamentario, debiéramos exigir a nuestros políticos que no recurran a la alabanza o la crítica fácil y gratuita. Ni vale decir que son los presupuestos de la “recuperación” o que “los números dicen que no” ya que ambas aseveraciones son mentiras o verdades a medias. Caer en la tentación de que se gasta poco o mucho en esto o aquello no conduce a ninguna parte y, en todo caso, si se está de acuerdo con los ingresos previstos, cuando se diga que en algo se gasta poco hay que decir de qué otro lugar, donde supuestamente se gasta mucho, hay que gastar menos para cuadrar las cifras. Y, obviamente, si no se está de acuerdo con los ingresos previsto, hay que decir cómo hay que incrementarlos, sin recurrir al préstamo infinito para generar más deudas, entre otras cosas, porque no se nos permite desde el exterior y sería como vender la liebre antes de cazarla. Pero, desgraciadamente, se recurrirá a estas “mentirijillas” de unos y otros para convencer a la opinión pública de que cada uno lleva razón, especialmente, si se vende que hay que gastar y gastar más. A nadie le amarga un dulce, al menos, hasta que toca la hora de pagarlo.
            Pues bien, al margen de las enmiendas que en el debate parlamentario se incorporen y de las calificaciones gratuitas que se hagan, lo cierto es que, de entrada, los Presupuestos contemplan, según lo publicado, un retroceso en la inversión, recogen una deuda pública desorbitada, mientras que más de la mitad de los recursos del Estado se van obligatoriamente en el pago de pensiones, de desempleo y de intereses de la deuda. La otra mitad queda para el resto de asuntos, dándose la paradoja de que sólo los intereses de la deuda requieren más dinero que todos los ministerios juntos. En estas condiciones, y a pesar de los débiles síntomas de recuperación que se perciben, hablar de “unas cuentas sociales para el crecimiento”, de “lecciones de austeridad” “de recuperación económica” o cosas por el estilo es como hacer bromas de mal gusto. Pero a su vez, hablar de que son los Presupuestos de la “desigualdad”, “restrictivos”, “históricamente malos”, “de la mentira” o “de la desvergüenza” sin aportar una alternativa global a los mismos, creíble y fiable, son bromas pesadas que, además del mal gusto, aportan consecuencias negativas por su carga de irresponsabilidad. Ir descalificando partida a partida como insuficiente es de una demagogia insostenible. Cierto que el gasto cae en un 4´7% con un déficit previsto del 5´8%, pero si se quiere gastar más habrá que decir en cuánto subimos el déficit y, si nos lo permiten, cómo lo hacemos, o como conseguimos incrementar los ingresos.
            Supongo que las quejas no vendrán porque se pretenda cortar las subvenciones a las CCAA que despilfarren superando el déficit o la deuda, o porque el gasto social suba un 4´4% (sabemos que es poco), mientras las pensiones sólo lo hacen al 0´25% (es poco pero no se congelan como antes), ni porque se amplíe el plazo de tres a cinco años para que los ayuntamientos saneen sus cuentas… Aunque me temo que en esto, como en otros asuntos, siempre cabe una razón sectorial para el descontento, al extremo de que los independentistas catalanes, por ejemplo, seguirán diciendo que España les roba y les discrimina a pesar de que Cataluña siga siendo la cuarta región con mayor inversión. Lo seguirían haciendo aunque en vez de ser la cuarta fuera la primera, pues para algunos, hasta en política, incluso en política presupuestaria (que es mera contabilidad matemática) “el corazón tiene razones que la razón desconoce”. ¿No sería más lógico dejar tales planteamientos para el amor? O, en todo caso, para la guerra. Desde luego, para la elaboración de unos presupuestos medianamente creíbles y viables se requiere algo más que semejantes frivolidades. El cauce, las enmiendas durante el debate correspondiente. El requisito, que sean totalmente asumibles. Sólo se trata, en definitiva, de sumar y restar, para que, al final, cuadre el total previamente establecido. La cuadratura del círculo, hoy por hoy, sigue siendo imposible.
            Lamentablemente el Estado, a diferencia de la UGT de Andalucía, no cuenta en su contabilidad, un apartado sobre “gestión de botes” y, por tanto, no puede utilizarlo como una forma de pago a sus proveedores.


                                               Jorge Cremades Sena

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