domingo, 19 de enero de 2014

PRIMARIAS SOCIALISTAS Y DESPROPÓSITOS DE ARTUR MAS

                        En plena rebelión interna del PSC, el PSOE decide finalmente poner fecha a la celebración de primarias para finales de noviembre próximo, pero, casi antes de finalizar la reunión del Comité Federal, ya está el asunto patas arriba. Algunas federaciones, como la madrileña o la castellano-manchega, cuestionan el calendario, mientras que la ex ministra Chacón, una de las previsibles aspirantes a la candidatura, pone el grito en el cielo porque el Reglamento de las Primarias se ha aprobado “en dos horas” y sin tiempo para “discutirlo y enmendarlo” (a diferencia del texto surgido de la pasada Conferencia Política), acusando además a Rubalcaba de impedir “primarias masivas” a diferencia de lo que se hace en otros países vecinos como Francia o Italia. En fin, toda una declaración de intenciones o aviso a navegantes que, teniendo en cuenta lo sucedido en anteriores primarias, como, por ejemplo, las del PSOE de Andalucía, cuestionadas incluso por los aspirantes antes de ser derrotados al final del proceso, albergan dudas sobre la limpieza de las mismas y la necesaria objetividad de la cúpula dirigida por Rubalcaba y compañía.
            Entretanto, se produce la enésima rebelión interna en el PSC. Navarro, su secretario general, emplaza a los diputados díscolos e indisciplinados a que entreguen sus actas de diputados autonómicos aunque sólo sea por honradez personal. Se equivoca Navarro al decir “estoy convencido de que estos tres compañeros van a renunciar a su acta, van a ser honrados y coherentes”. Tararí que te vi. Uno de ellos, Marina Geli, ex consejera de Salud, manifiesta tajantemente que no piensa tener el gesto de honradez y coherencia al que apela Navarro y advierte incluso del riesgo de ruptura del PSC si es expulsada del mismo, aunque niegue, de momentos, que pretenda crear un nuevo partido. Los demás “compañeros” díscolos son del mismo parecer y, como ella, se sienten reforzados ante las muestras de apoyo que a nivel interno les están prestando otros compañeros para quienes, por lo visto, las decisiones democráticas adoptadas por los órganos de dirección del partido carecen de valor, valorando mucho más la apuesta minoritaria del partido de que, sí o sí, como dice Artur Mas, se convoque el referéndum independentista. Una vez más, nadie entiende que ni Rubalcaba, ni Navarro, sean capaces de ejercer la autoridad democrática y, simplemente aplicando las normas de disciplina interna, pongan a semejantes personajes fuera de la organización, aunque en su expulsión decidan llevarse sus respectivas actas de diputados. ¿Para qué les quieren como parlamentarios dentro de sus filas? Seguro que le hacen menos daño a los socialistas y su credibilidad, dentro y fuera de Cataluña, si desaparecen del grupo parlamentario socialista en el Parlament, ya que si siguen así no hay por dónde cogerlos.
            Tampoco hay por dónde coger el cacao mental de Artur Mas y sus colegas a medida que inexorablemente su locura se estrella contra los muros de la sensatez y se incrementan sus despropósitos e incoherencias. Ni siquiera su reunión con el xenófobo y euroescéptico Maroni, único líder político europeo que apoya el objetivo independentista del catalán, se libra de las sinrazones de su utópico proyecto soberanista y europeísta a la vez, especialmente cuando le aclara su vocación europea (una contradicción más) al italiano quien, asumiendo la no pertenencia a la UE en caso de consolidar la independencia, es más coherente y honesto con su programa euroescéptico. Al menos, el italiano, asumiendo todas las consecuencias, no engaña a nadie y, a diferencia de Mas, no tiene reparos en reconocer que la hipotética independencia de un territorio europeo del estado-matriz al que pertenece conlleva (como ya le han dicho a Mas por activa y pasiva) la inmediata salida de la UE y que su hipotético regreso futuro, que no inmediato, queda sujeto, entre otras condiciones, a la unanimidad de los estados miembros.
Y mientras el pulso de Mas al Estado Español y a la propia UE se estrella, una y otra vez, contra la lógica y el sentido común democrático, el presidente catalán sigue haciendo el ridículo dentro y fuera de España, manifestando que siente “envidia” de lo que sucede en Escocia y que le gustaría que el gobierno español actuase con “la misma mentalidad” que el británico, preguntándose que “¿cómo se puede convencer a los catalanes de que no tienen derecho a votar?” siendo “difícil parar un movimiento político y pacífico” y concluyendo con una crítica al Gobierno español porque le hace “arrodillarse” para recibir créditos ya que es “una ofensa a la dignidad del pueblo catalán”. Se olvida decir que no es cuestión de mentalidad de un gobierno u otro, sino de legalidad democrática que, surgida del devenir histórico de los distintos territorios y pueblos, cada estado se ha dado; que Escocia, con una larga historia como estado independiente, nada tiene que ver con Cataluña, jamás constituida como tal y, desde el final del medievo, coautora con otros territorios españoles del estado moderno español y, por tanto, perteneciente de forma indisoluble al mismo; que Reino Unido y España, por su historia, conformación, estructura estatal y legalidad democrática son radicalmente diferentes, siendo indecente exigir medidas iguales para situaciones desiguales; que el problema no es convencer a los catalanes de que no tienen derecho a votar, sino engañarles de que lo tienen de forma torticera con mentiras y argumentos irracionales; que dichas prácticas políticas fomentadas ilegalmente desde las instituciones democráticas, asumiendo competencias que no tienen, demuestran que el movimiento político independentista que lo hace tiene bien poco de pacífico y fiable; que aplicar y obligar a cumplir los requisitos establecidos para los distintos territorios de un estado por parte de quienes tienen la responsabilidad y obligación de hacerlo no supone “arrodillar” a nadie, sino velar por el interés general y el principio de igualdad; y, finalmente, que lo que realmente supone una “ofensa a la dignidad del pueblo catalán”, o de cualquier otro pueblo, es engañarle para justificar el derroche de su dinero en cuestiones identitarias en vez de priorizarlo en garantizar sus necesidades básicas, es malversar el erario público mediante comportamientos corruptos e ilegales de cualquier índole, es dividir el pueblo entre buenos y malos según obedezcan o no las consignas del régimen y, sobre todo, es transformar las críticas merecidas a los gobernantes en ofensas a la dignidad de sus gobernados para vendérselas de forma torticera y eludir así ante ellos el coste de su irresponsable y temeraria gestión, a todas luces catastrófica. Fusionar territorios, pueblos y gobiernos en entes monolíticos con destino en lo universal es puro fascismo. No es indigno pedir créditos para financiarse y afrontar las necesidades del pueblo que gobiernas, lo indigno es tener que pedirlos por haber derrochado los recursos en gastos superfluos  en vez de invertirlos en mejorar la calidad de vida de los pueblos gobernados. Pero, en este caso, el indigno no es el pueblo, ni el responsable tampoco; es el gobernante por su irresponsabilidad o incompetencia. Si además pretende engañar al pueblo para seguir ejerciendo semejante irresponsabilidad, señalando enemigos externos inexistentes como los causantes de las penurias que el gobernante provoca, el término “indignidad” es un halago ante el calificativo que realmente debiera merecer semejante gobernante.


Jorge Cremades Sena

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