lunes, 21 de diciembre de 2015

20-D, PARA PREOCUPARSE



                        Los resultados de las elecciones generales del 20-D incitan a la preocupación sin lugar a dudas. El PP con siete millones ciento ochenta mil votos y 123 escaños se alza con una “victoria pírrica” tras dejarse 63 escaños de su anterior mayoría absoluta y su mejor resultado electoral de toda su historia; el PSOE con cinco millones y medio de votos y 90 escaños se mantiene como segunda fuerza, pero pierde 20 escaños a pesar del peor resultado de su historia, obtenido por Rubalcaba, a quien Sánchez le quita semejante demérito; y dos fuerzas nuevas, como se preveía, irrumpen en el Parlamento con ímpetu: Podemos, con más de cinco millones cien mil votos y 69 escaños, y Ciudadanos, con casi tres millones y medio de votos y 40 escaños. Por lo demás, UPyD desaparece como fuerza parlamentaria e IU, fagocitada por Podemos, apenas conserva, con más de novecientos mil votos, dos escaños de los 11 que tenía. Y en cuanto a los partidos nacionalistas e independentistas se refiere, gozando de los privilegios electorales que tienen concedidos, sigue a los partidos anteriores ERC con seiscientos noventa mil votos y 9 escaños, de los 3 que tenía; DiL con quinientos sesenta mil y 8, de los 16 que tenía como CiU; PNV con trescientos mil y 6, añadiendo uno a los que tenía; Bildu con doscientos diez mil y 2, de los 7 que tenía como Amaiur; y CC con ochenta mil y 1 de los dos que tenía. Aclarando que los resultados de Podemos, engloban a sus marcas y coaliciones en Valencia con Compromís, en Galicia con las Mareas o en Cataluña con Ada Colau, opciones radicales o independentistas, cuyos votos y escaños se suman a Podemos, estos son los resultados que, a simple vista, supongo que para regocijo de algunos y preocupación de la mayoría, hacen bastante difícil la formación de un gobierno estable justo cuando España necesita estabilidad gubernamental para generar confianza en los mercados inversores y financieros que, hoy mismo, ya acusan dicha preocupación con bajadas en la bolsa de Madrid y una subida de la prima de riesgo. Los españoles así lo han querido y ahora toca apelar a la responsabilidad de todos.
            De momento Rajoy manifiesta que intentará “formar un Gobierno estable”, Sánchez que “España quiere izquierda, quiere un cambio”, Iglesias que “España ha votado un cambio de sistema inaplazable” y Rivera que “ahora somos más necesarios que nunca”, cuando lo cierto es que, salvo un más que imprevisible pacto PP-PSOE, ni la combinación PP-Ciudadanos, ni la de PSOE-Podemos (incluyendo a IU), consigue la mayoría absoluta, lo que supone que, para lograrlo, habría que recurrir al mundo nacionalista e independentista, que, con certeza exigirían pagar un precio bien caro por la gobernabilidad de España. Cierto que la pérdida de la mayoría absoluta del PP abre espacio a los pactos, pero no caben demasiadas opciones, salvo una melé de intereses partidistas contrapuestos que abocarían a este país al caos, o, en caso contrario, a la convocatoria de nuevas elecciones que, en principio, a nadie interesan y perjudicarían los intereses de España. Cierto que los dos grandes partidos del tradicional bipartidismo, tan denostado, apenas superan la mitad de los votos, pero, en todo caso, suman más de doce millones y medio de votos, frente a los ocho de los partidos emergentes; además el bipartidismo mantiene su fortaleza en el Senado donde el PP conserva la mayoría absoluta, aunque pierde 12 senadores y el PSOE sólo pierde uno. La realidad, guste o no guste a algunos, es que el PP es el más votado en 38 de las 52 circunscripciones y el PSOE en seis, sumando entre ambos 44 circunscripciones provinciales de las 52 existentes, por lo que las 8 restantes se repartirían entre radicales, nacionalistas e independentistas, a quienes Iglesias, por cierto, hace un guiño, no se sabe bien para qué, erigiéndose en la nueva voz de la “España plurinacional” de la mano de Ada Colau que refuerza su liderazgo y su marca se convierte en la primera fuerza de Cataluña, mientras la nueva marca de Mas pasa a la cuarta posición y ERC le sobrepasa.
            Entre otros detalles dignos de destacar sobre estos resultados cabe citar que en el País Vasco Podemos engulle a la izquierda “abertzale”, mientras el PNV resiste en cabeza con seis escaños; que en Madrid el PP vence, pero Podemos arrebata el segundo lugar al PSOE, que cae hasta el cuarto puesto por debajo de Ciudadanos; que Iglesias se compromete a convocar un referéndum en Cataluña (él sabrá cómo y cuándo y con qué respaldo legal) ante la vencedora coalición de izquierdas EnComúPoden de Ada Colau, integrada nada menos que por Podemos, BComú, Equo, ICV y EUiA; y que el PSOE, que consigue menos de 100 escaños por primera vez en su historia, sólo consigue ser el más votado en Andalucía y Extremadura.
            Estos son los resultados y con estas mimbres hay que tejer el cesto de la gobernabilidad. No es cuestión ahora, como suele suceder tras los diversos comicios, de entrar a discutir quien ganó o perdió las elecciones, los datos hablan por sí solos. Ahora es cuestión de que, al menos los partidos serios, constitucionalistas, estén a la altura de las circunstancias. Ya habrá tiempo de hacer análisis y de intentar corregir los errores cometidos, algunos de bulto, para que los ciudadanos hayan decidido configurar este Parlamento casi ingobernable que, de momento, deja el futuro Gobierno de España en el aire. Ahora toca hacer política con mayúscula, ante el vano ejercicio de la política con minúsculas practicada por algunos; ahora toca poner los intereses generales de todos los españoles por encima de los intereses partidarios, de los currículos personales y de los regates cortos que a nada conducen. Ya no es cuestión de satisfacerse por la grave herida, que no muerte, causada al bipartidismo o lamentarse por haber abusado de él, mientras algunos, sin ganar las elecciones, no sólo hablan de su muerte sino de la del propio sistema, que, no nos olvidemos, es el sistema democrático, ahora es cuestión de evitar, como dice Alfonso Guerra, que tengamos que echarlo de menos.

Jorge Cremades Sena

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