Con
la investidura de Donald Trump como Presidente de EEUU, y dado el liderazgo ya
discutible del país a nivel mundial, se inaugura sin duda alguna una nueva era
política, la era nacional-populista. Basta citar algunas de las frases de su
retórico discurso para despejar sus prioritarios objetivos: “transferimos hoy
el poder de Washington al pueblo, el establishment se ha protegido a sí mismo,
no a los ciudadanos”; “América, primero”, y llama a comprar productos
estadounidenses; “una nueva visión de gobierno” mientras promete el
renacimiento de EEUU; “tenemos que proteger nuestras fronteras de los que
quieren robarnos las fábricas y destruir nuestros empleos”; “la riqueza de la clase
media ha sido expoliada de nuestros hogares y se ha redistribuido por el
mundo”…. Así el multimillonario magnate al frente de su Gobierno de
multimillonarios dice que defenderá al pueblo y a las clases medias y, para
demostrarlo, lo primero que hace es firmar su primera orden ejecutiva
instruyendo a las agencia gubernamentales para que “alivien las cargas del
Obamacare”, es decir la reforma de salud impulsada por Obama, lo que supone
dejar sin coberturas sociales y sanitarias a millones de norteamericanos, que,
al parecer, no conforman el pueblo a quien va a devolver el poder. Entretanto decenas
de personas eran detenidas en la capital como preludio de los cientos de miles
que al día siguiente protestaban contra él en todo el mundo, evidenciando la
multitudinaria manifestación de Washington la división de EEUU. No sabemos si,
como dicen algunos, las exitosas manifestaciones populares de rechazo en
diversas ciudades, organizadas en todo el mundo, y el indiscutible éxito de la
“marcha de mujeres” en Washington, sólo un día después de su investidura, significa
que el populismo se vuelve contra Trump, que da los primeros pasos para
desmantelar el legado de Obama; pero sí sabemos que justo ese mismo día (es
decir, ayer) los líderes europeos de la extrema derecha (entre ellos Le Pen,
Wilders o Petry) celebran una reunión y, al abrigo del gobierno de Trump, que
acogen con júbilo, vaticinan una “nueva era de patriotismo” en Europa que
desgraciadamente recuerda la oleada de ultra-nacionalismo europeo del primer
tercio del siglo pasado. También sabemos que Trump es el presidente porque así
lo han querido los norteamericanos, según las reglas de juego electorales que
tienen establecidas, al igual que, en su día, salvando las distancias, los
alemanes eligieron democráticamente a Hitler y consolidaron así su nacional-socialismo.
Si entonces el nacional-socialismo amenazó a Europa, hoy la amenaza proviene
del nacional-populismo de EEUU que puede favorecer el desarrollo de
nacional-populismos europeos, tanto de extrema izquierda como de extrema
derecha, ya bastante germinados en los diferentes países europeos.
Y,
mientras los equipos de rescate siguen rescatando supervivientes y cadáveres en
el hotel italiano sepultado por un alud de nieve, el Papa Francisco, con toda
la razón del mundo, dice: “el peligro es que en tiempos de crisis busquemos un
salvador”; “no me gusta anticiparme a los acontecimiento, veremos qué hace
Trump”; “no soy santo, no hago una revolución, trato de que el Evangelio vaya
adelante”; “que el Mediterráneo sea hoy un cementerio nos tiene que hacer pensar”;
y que “hay mucho diálogo con China, iré cuando me inviten, lo saben ellos”.
Problemas para pensar no nos faltan, aunque el problema es si somos capaces de
pensar bien.
Y,
ya en España, donde también cuecen habas, Susana Díaz (aunque aún no ha anunciado
su candidatura) y Patxi López (que sí lo ha hecho) se anticipan a Sánchez en la
campaña de primarias, iniciando la andaluza su gira prometiendo un “proyecto
potente para España” y el vasco pidiendo que se eviten “luchas fratricidas”,
mientras ya se vaticina que habrá finalmente cuatro candidatos si es que
finalmente se suma Pedro Sánchez y el líder de la corriente Izquierda
Socialista. Por su parte en Podemos, que en una entrevista de trabajo pregunta
“¿piensas quedarte embarazada?” (así lo hizo en Baleares a una candidata a un
trabajo como asesora), Bescansa manifiesta que “el debate en Podemos se ha
banalizado”, mientras Pablo Iglesias sostiene que “que Podemos acabe desunido
sería un problema para España”, que “uno de nuestros problemas es que nos miramos
demasiado el ombligo, hay que madurar”, que “ser transversal es una seña de
identidad, no es parecerse a Albert Rivera ni a Antonio Hernando” y que “dicen
que la corriente de Íñigo y Tania quiere que Podemos se parezca al PSOE… yo no
lo creo”. Eso digo yo, madurez.
En
cuanto a otros asuntos se refiere cabe citar que el Gobierno admite fallos en
la gestión del temporal de nieve; que el CNI informó al Gobierno de que los
detenidos no eran yihadistas; y que la Fiscalía investiga si en la subida del
precio de la luz hubo manipulación.
Jorge Cremades Sena
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